sábado, 29 de octubre de 2011

Una acción vale más que mil palabras



Me explico: el miércoles pasado unos compañeros de curso y yo, junto con una profesora hicimos una especie de exposición/dinámica en 1º de ESO para que intentaran comprender lo rica que es la diversidad y lo necesario que es mantenerla, ¿por qué si no no se permite modificar el genoma humano? Todos sabemos que sería un atentado contra la naturaleza, de la que, por cierto, hablaré otro día.

Después de realizar la actividad llegué a la conclusión de que somos hipócritas (qué descubrimiento, ¿no?), y me incluyo, puesto que en vez de estar aquí podría estar con los niños que mueren día a día en África o cualquier otro lugar del mundo. Resulta bastante preocupante, o al menos a mí, porque cambiar y dejar el sentimentalismo a un lado para llegar a la racionalidad o a la nueva Ilustración, como me gusta llamarla, es difícil, el camino puede hacerse muy largo. Preferimos decir palabras bonitas, que suenen bien al oído, queremos vender una realidad que no es la nuestra. Realmente no sirve de nada, es como querer que llueva cuando el sol radia, por mucho que pidas, no lloverá, o por lo menos no inmediatamente. 

Tengo la sensación de que utilizamos la empatía como vía de escape, yo también lo hago, cuando veo a un mendigo en la acera de enfrente no tardo ni siquiera un segundo en decirme: "Ay, pobrecillo", pero no cruzo la calle para darle algo de dinero porque creo que con sentirme mal ya pago el precio de su comida, y eso no debería ser así, pero lo es, porque nos duele, nos duele mucho tener que pagar por el bien ajeno, ya sea  por dinero, por gasto físico o por tiempo, (quede claro que estoy generalizando).


Durante los juegos en la clase repartimos tarjetas con nombres de herramientas: clavo, martillo, madera, escofina; de manera que, cada uno de ellos tenía que poner detrás qué herramienta era y para qué servía, y después establecer un paralelismo para que se viera reflejado que todos servimos para algo y podemos, actuando, hacer un bien a la sociedad. Me llamó mucho la atención que la gran mayoría de ellos pusiera que en la vida era simpático/amable, que quería ayudar a sus amigos y necesitaba más amigos y gente a la que ayudar y que, después de la actividad, cinco minutos más tarde ya se estaban insultando e incluso amenazándose, (no todos, no quiero mostrarme demasiado catastrofista, pero es lo que vi).

Tenía bastantes esperanzas de que lo que hicimos aquel día hubiera servido para algo (a ellos, a mí, personalmente, me sirvió de mucho), sin embargo esas esperanzas disminuyeron considerablemente cuando el viernes a primera hora un chaval, de la tutoría en la que estuvimos estuvo a punto de pelearse con otro niño. En cualquier caso sé que en 1º de la ESO se hacen muchas tonterías, y también sé que no se es consciente del todo en la mayoría de cosas que hacemos, por eso aún quedan esperanzas, porque todo se puede mejorar.

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