sábado, 29 de octubre de 2011

Una acción vale más que mil palabras



Me explico: el miércoles pasado unos compañeros de curso y yo, junto con una profesora hicimos una especie de exposición/dinámica en 1º de ESO para que intentaran comprender lo rica que es la diversidad y lo necesario que es mantenerla, ¿por qué si no no se permite modificar el genoma humano? Todos sabemos que sería un atentado contra la naturaleza, de la que, por cierto, hablaré otro día.

Después de realizar la actividad llegué a la conclusión de que somos hipócritas (qué descubrimiento, ¿no?), y me incluyo, puesto que en vez de estar aquí podría estar con los niños que mueren día a día en África o cualquier otro lugar del mundo. Resulta bastante preocupante, o al menos a mí, porque cambiar y dejar el sentimentalismo a un lado para llegar a la racionalidad o a la nueva Ilustración, como me gusta llamarla, es difícil, el camino puede hacerse muy largo. Preferimos decir palabras bonitas, que suenen bien al oído, queremos vender una realidad que no es la nuestra. Realmente no sirve de nada, es como querer que llueva cuando el sol radia, por mucho que pidas, no lloverá, o por lo menos no inmediatamente. 

Tengo la sensación de que utilizamos la empatía como vía de escape, yo también lo hago, cuando veo a un mendigo en la acera de enfrente no tardo ni siquiera un segundo en decirme: "Ay, pobrecillo", pero no cruzo la calle para darle algo de dinero porque creo que con sentirme mal ya pago el precio de su comida, y eso no debería ser así, pero lo es, porque nos duele, nos duele mucho tener que pagar por el bien ajeno, ya sea  por dinero, por gasto físico o por tiempo, (quede claro que estoy generalizando).


Durante los juegos en la clase repartimos tarjetas con nombres de herramientas: clavo, martillo, madera, escofina; de manera que, cada uno de ellos tenía que poner detrás qué herramienta era y para qué servía, y después establecer un paralelismo para que se viera reflejado que todos servimos para algo y podemos, actuando, hacer un bien a la sociedad. Me llamó mucho la atención que la gran mayoría de ellos pusiera que en la vida era simpático/amable, que quería ayudar a sus amigos y necesitaba más amigos y gente a la que ayudar y que, después de la actividad, cinco minutos más tarde ya se estaban insultando e incluso amenazándose, (no todos, no quiero mostrarme demasiado catastrofista, pero es lo que vi).

Tenía bastantes esperanzas de que lo que hicimos aquel día hubiera servido para algo (a ellos, a mí, personalmente, me sirvió de mucho), sin embargo esas esperanzas disminuyeron considerablemente cuando el viernes a primera hora un chaval, de la tutoría en la que estuvimos estuvo a punto de pelearse con otro niño. En cualquier caso sé que en 1º de la ESO se hacen muchas tonterías, y también sé que no se es consciente del todo en la mayoría de cosas que hacemos, por eso aún quedan esperanzas, porque todo se puede mejorar.

viernes, 21 de octubre de 2011

Pequeño inciso: 20O, lo que todos esperábamos


Esperemos no tener que recordar el día de ayer como el de "Los Santos Falsos Inocentes", que los rebeldes no nos hayan puesto un maniquí de goma-espuma como prueba de la muerte de Gadafi y los etarras no hayan gritado al terminar el comunicado: ¡¡INOCENTES!!
Tenemos algo que celebrar.

Enlaces a las noticias



Rebeldes celebrando su victoria en un combate entre Ajdabiya y Brega el pasado abril. EFE

jueves, 20 de octubre de 2011

La verdadera libertad

Cuando hablamos con nuestros amigos, en los colegios e incluso en el trabajo se nos llena la boca de esa palabra tan idílica y utilizada para referirnos a una sociedad ideal en la que las personas podríamos circular a nuestro libre albedrío, en la que no necesitaríamos orden porque no existiría el caos y seríamos tan dueños de nosotros mismos como del prójimo, sí, estoy hablando de la libertad.


Y ustedes se estarán preguntando (y si no es así, ya formulo yo la cuestión): ¿está usted infravalorando la libertad? Y yo, lógicamente les responderé que no, no estoy infravalorando nada, en cualquier caso estoy subrayando la importancia que se le da a palabras de la índole de solidaridad y tolerancia simplemente por el hecho de que su sonoridad es dulce al oído, eleva a la persona que las dice a una categoría de "santo" que posiblemente no le pertenezca (o sí, pero eso ya no nos ocupa, por lo menos no de momento). Estos vocablos nos hacen imaginarnos grandes fragatas liberando a los hombres de la esclavitud e incluso dándose la mano para fijar pactos pacíficos diciendo que abandonan todo tipo de violencia.

La verdadera libertad, señores, debería no dejarnos poder respirar por las noches, debería acongojarnos y hacernos llorar por las noches, el poder hacer lo que quisiéramos, cuándo y dónde resultaría ser la peor tragedia que viera la Humanidad. Debemos estar regidos por un orden, y una series de derechos y deberes que nos guíen, (ojo, he dicho guiar, que no viene a ser obligar, ni mucho menos).

Cualquier sentimiento empático que implique un bien apalabrado (sin acciones) hacia otra persona es gratis y nos dota de parecer tener un alma caritativa que posiblemente no nos corresponda. ¿Por qué? Yo se lo explico: ser buena persona es difícil, ser una persona reconocida por tus buenos hechos lo es aún más.
Hacer a los menos afortunados las personas más felices del mundo cuesta, cuesta mucho, y no sólo dinero, sino tiempo, energía, motivación. Desgasta a las personas que luchan por ello día a día.

Y por eso debemos saber apreciar a los verdaderos héroes, que son los que luchan día a día en fronteras, en hospitales de campaña, de voluntariado, y saber diferenciar entre los que actúan mientras los demás almuerzan.

Si por buenas intenciones fuera.. 

martes, 18 de octubre de 2011

Relato de la dinámica de grupo para 1º de la ESO: "Diversidad"

Aquí les dejo un relato que vamos a utilizar algunos alumnos de mi instituto y a partir del cual sacaremos una dinámica para trabajar la diversidad con otros compañeros de 1º de la ESO. Me gustaría que me dieran su opinión o si tienen propuestas incluso, que las expongan.

"Llevaba tiempo en ese taller, mejor dicho, llevaba tiempo encerrada en una habitación de ese taller, sabía que no estaba sola, pues oía ruido, mucho ruido, sobre todo de noche. Quería salir cuanto antes de ese cuarto para ver quiénes compartían lugar de trabajo conmigo sin yo saberlo.


Un buen día el artesano abrió la puerta, y un rayo de luz iluminó la que fue mi habitación, me cogió y me llevo hasta la mesa de herramientas dejándome al lado de 24 compañeros más, todos de aspecto muy simpático, aunque tímidos a la vez. Yo contaba años sin mediar palabra y lo único que quería conseguir era reír, por fin conocí a mis amigos. Cuánto les había echado de menos sin conocerlos.
Pasamos horas y horas juntos todos, yo escuchando sus maravillosas historias, como cuando a Destornillador le descubrieron hablando, quizá por eso lo hacían tan bajito, y ellos viendo mi asombrada cara.



Llegó la noche, las herramientas hablaban mucho más fuerte, se colocaron en círculo y me explicaron qué harían ahora que yo estaba con ellos. Un reloj, extrañada les pregunté que qué era eso y ellas me dijeron que servía para medir las horas, minutos y segundos y que, con él, podríamos contar el tiempo que compartiríamos. Dijeron que me habían estado esperando durante mucho tiempo, pues sin mí no tenían las manillas del reloj, ni siquiera podían construir una base. Yo estaba muy contenta, había descubierto que no era inútil y que los demás me necesitaban para algo, que me querían tal y como era, porque de otra manera no les serviría.


Alguna vez el martillo no quiso trabajar porque se enfadó con los clavos, pero entre todos pudimos convencerles pues sin ellos nuestro proyecto nunca terminaría. Nos necesitábamos los unos a los otros, como los humanos necesitan respirar, pues igual, porque si cualquiera de nosotros faltaba nuestro proyecto ya nunca sería nuestro."

lunes, 17 de octubre de 2011

Después de la calma viene la tormenta

Fue un buen día, me contaba mientras que su mirada se perdía entre las abruptas montañas del norte desde el balcón de mi habitación. Claro que, cualquiera se lo creería después de que su hermano me contara lo que hizo días atrás, no sabía mentir, y hasta ella misma se daba cuenta.
 

Sé que dejaba pasar las horas entre desmesuradas novelas de crímenes, sangrientas y despiadadas que a cualquier persona con el sueño algo ligero se lo quitaría durante meses, qué digo meses, años. A veces, cuando el aburrimiento corría más rápido que nosotras y nos alcanzaba se dedicaba a contarme pequeños fragmentos de dichas historias, yo, alucinada al ver cuán tranquila se mostraba mientras relataba, paso a paso, sin dejar pasar ni el más mínimo detalle, la muerte de todas aquellas personas, e incluso a veces, animales.

No creo que sea una psicópata, nunca se le dio bien actuar y suele mostrarse afectiva con las personas de su entorno, tengo mis teorías.
Más de una vez creí que ella había nacido en la época en la que las quemas de gatos vivos eran totalmente lícitas, cuando, las cortes reales disfrutaban con tal escándalo, y no dejaban de aplaudir hasta que los pobres felinos quedaban totalmente carbonizados.Se fue sin mediar palabra, podría haberme sorprendido, pero ya estaba acostumbrada a ese tipo de reacciones por su parte, no me quedó más remedio que coger la chaqueta de mi habitación y disfrutar del paisaje cantábrico. No sé si fue producto de la desidia, o del no tener nada que hacer pero dejé a mi mente volar y pensé, que, tal vez, su hermano tuvo al que ver en todo esto, pues que la mejor amiga de la que acababa de dejarme sola con la palabra desapareciese no podía resultar de una coincidencia, y los escritos en su blog privado lo corroboraban.

domingo, 16 de octubre de 2011

¡Han sido los genes!

¿Quién de pequeño no ha cantado la típica de canción en el autobús con sus compañeros de "Juanito se ha hecho pis en el saco de dormir, yo no fui, ¿entonces quién? Fue [Introducir nombre de otro compañero/a]"? Exacto, todos, y si no todos, la gran e inmensa mayoría de nosotros, mi generación. Me llamó mucho la atención descubrir que desde bien pequeños nos enseñan a despojarnos de los problemas, y cada padre utiliza una metodología. Hay quienes conseguirán desecharse de ellos un par de semanas o meses, y los hay que podrán olvidarlos para siempre.

Tenemos como herramienta siempre a mano el "Pasar la patata caliente" poner dos escusas tontas y seguir con lo nuestro, de hecho hay estudios científicos que prueban que si se descubriera que, por ejemplo, está en la genética masculina maltratar a la mujer, los hombres maltratadores utilizarían dicho dato como escusa para justificar sus acciones, y eso provocaría una gran confusión, pues que se encuentre en los genes dificulta la corrección de éste comportamiento violento, sin que en realidad tuviera que ser así pues una correcta educación desde un principio podría evitarlo, pero nos conviene más abandonarnos a nuestra suerte.


Está claro, no elegimos ser altos, no elegimos ser morenos, ni tener los ojos más o menos claros, y por lo tanto, en cuanto a rasgos físicos no podemos hacer nada, sería hipócrita juzgar a la gente por su apariencia, claro que aquí se entromete la caprichosa empatía y nos hace ser más afines con personas físicamente más agraciadas, es un sentimiento y, como tal, tiene un comportamiento ilógico e irracional, e incluso a veces injusto, porque nadie se merece ser menospreciado por este tipo de caracteres. Sin embargo, sí que podemos reprimirlos, es algo que hacemos día tras día y no pasa nada, amor, odio, ira son conductas que pueden ocasionar problemas si no se detienen en el momento preciso, y por lo tanto también la empatía. Como dice el genial cantautor Silvio Rodríguez: "Ojo que no mira más allá no ayuda al pie". Sería un grave problema, o por lo menos yo lo considero así dejar de conocer a gente maravillosa porque tenga una nariz respingona, o muchas pecas.

Hay quien dice que vivimos en una sociedad injusta, yo prefiero decir que ésta es selectiva, y perezosa.


sábado, 15 de octubre de 2011

"Una edad de plata"

Fragmento de un artículo publicado en "El País" por Antonio Muñoz Molina.
"A Ötzi, aquel viajero neolítico que apareció momificado en un glaciar de los Alpes, no costaba nada imaginárselo en vida como un cazador errante por los bosques primitivos de Europa, un último mohicano romántico con su arco y su carcaj de flechas, diestro en los saberes necesarios para encender fuego y para procurarse un calzado aislante de piel forrado de paja, incluso provisto de una pequeña ración de hongos medicinales o alucinógenos. En un camino entre las montañas lo habría sorprendido una tormenta de nieve. Gracias al azar de una inmediata congelación su cuerpo se había preservado incorrupto como un testimonio de esos pasados remotos en los que casi instintivamente situamos alguna forma de paraíso terrenal, de paraíso perdido.

La primera señal de alarma la dio una radiografía: en el interior del hombro del viajero milenario había una punta de flecha. Tenía cortes de heridas no cicatrizadas en las manos, y heridas en la cabeza y en el pecho. Había sangre de dos personas distintas en las flechas de su carcaj; y de una tercera persona en su cuchillo, y de una cuarta en su manto. De modo que no había muerto a solas en un alud de nieve, sino probablemente en una emboscada en la que se había defendido con fiereza antes de sucumbir.
Me entero de estos detalles en el último libro de Steven Pinker, The Better Angels of Our Nature, que acaba de publicarse en EE UU. Steven Pinker es profesor de psicología en Harvard y uno de los grandes escritores de ahora mismo. Quien crea todavía que la mejor prosa literaria se encuentra en la ficción no tiene más que ponerse a leer algunas de sus obras mayores, casi todas ellas creo que traducidas al español: The Language Instinct, How the Mind Works, The Blank Slate. Pinker escribe con un rigor intelectual máximo y con una apasionada claridad de estilo, quizás dos cualidades simultáneas.
Hacía falta coraje, en los años noventa, para llevar la contraria a todas las modas tiránicas del posestructuralismo y el relativismo para argumentar que los rasgos del comportamiento humano no son exclusivamente el resultado de convenciones culturales, o cultural constructs, en la jerga repelente de entonces. La mente humana no es esa "pizarra en blanco" en la que puede inscribirse cualquier sistema de valores o código de conducta, incluidos la orientación sexual, el instinto maternal, la propensión masculina a la violencia, etcétera. Desde luego que no estamos determinados absolutamente por nuestra herencia genética: pero que existe una naturaleza humana es tan indudable como que la educación, la cultura, el medio, la modelan, igual que son modelados por ella.
Ahora vuelve Pinker con un tomo aún más formidable que vuelve a llevar la contra a las ideas aceptadas, y lo hace con más agudeza y mejor estilo, y más erudición que nunca. La muerte violenta de Ötzi es un indicio de algo que a casi nadie, en principio, le parecerá verosímil: nuestra época es la menos violenta en toda la historia y la prehistoria humanas. Herederos de Rousseau, de las leyendas antiguas sobre la Edad de Oro, damos por supuesto que nuestro tiempo es el más corrupto, el más cruel, y que la civilización y el desarrollo tecnológico han significado sobre todo la multiplicación industrial de la carnicería. Cualquier comunidad de cazadores primitivos se nos aparece como habitando un edén del que nosotros fuimos expulsados, y de cuya ruina nosotros mismos somos responsables. Hasta nos cuidamos de usar palabras como civilización o primitivo.
Y sin embargo los datos van contando una historia muy distinta, con más detalle según los instrumentos arqueológicos se vuelven más refinados. En torno al 15% de los restos humanos exhumados en yacimientos prehistóricos muestran indicios de una muerte violenta: es el mismo porcentaje que en las sociedades cazadoras y recolectoras contemporáneas. Rousseau nos acostumbró a suponer que el Estado y las ciudades arruinan la felicidad y la igualdad de los seres humanos. Pero en las primeras sociedades en las que se impuso una autoridad central las muertes violentas se reducen al 3%. El Estado más cruel sometido a una autoridad central es el México azteca: con todos sus sacrificios humanos, el porcentaje de ejecuciones no supera el 5%. Y el índice de asesinatos en las comunidades Inuit iguala al de los barrios más peligrosos de Detroit.
A pesar de Hitler, de Mao, de Stalin, de la bomba atómica, de las dos guerras mundiales, en términos numéricos el siglo XX es el menos cruel que ha conocido la especie humana. Y también el que ha experimentado, después de 1945, una expansión más rápida de los derechos humanos, en el sentido universal y también en el más preciso de respeto a las minorías. Quién que ronde ahora los cincuenta años puede olvidar cómo se trataba a los discapacitados físicos o mentales cuando éramos niños, qué lugar tenían las mujeres o los homosexuales, con qué naturalidad era aceptada la violencia contra los débiles.
Pinker no es un iluso, ni un risueño optimista: el horror sigue existiendo, pero el escándalo que nos provoca no es indicio de que sea más frecuente que en otras épocas, sino de que ahora somos mucho más sensibles a él. La democracia liberal, el comercio, la presencia de las mujeres, la literatura, son antídotos seguros contra la violencia: no se mata ni se persigue a quien se le quiere vender o cambiar algo; cuanta mayor presencia tienen las mujeres en una comunidad menos espacio queda para la agresividad hormonal masculina; cuanto más sabemos de las vidas de otros gracias a los libros más inclinados estaremos a reconocerles una plena humanidad idéntica a la nuestra. En nuestro equipaje evolutivo, está la propensión a la violencia, pero también a la cooperación, y depende de las circunstancias y de los valores culturales que elijamos uno u otro camino. Nunca hubo una Edad de Oro, pero a nosotros nos ha tocado vivir algo parecido a una edad de plata, y no hay proyecto político más noble que hacerla duradera y sólida, que hacerla universal."
Muy interesante el artículo.
He reconocido en él conceptos explicados en clase de ética, tales como la empatía cuando dice que, al descubrir que la muerte de ese hombre fue muy violenta y no por una tormenta, como él había creído en un principio, le presta atención y por lo tanto siente más lo que le pasó, puesto que si no hubiera dado cuenta habría pasado del esqueleto de aquel viajero. Y si no tanto como empatía, por lo menos el conocer algo más su historia le hizo fijarse en él.

También destaca, sin lugar a dudas, una mención al "Mito del buen salvaje" de Rousseau, desmintiéndolo. Me gusta cuando dice que Steven Pinker no es un ilusionista, además tiene razón, no estamos en un mundo repleto de paz, gente muere cada día de forma violenta sin que tenga que ser necesario, siguen habiendo maltratos, y niños mueren de hambre, pero si bien es cierto que comparando lo que tenemos ahora con lo que tenían estamos mucho mejor, y no me cansaré de decir que tenemos suerte, mucha suerte, por nacer cuándo y dónde nacimos. Un claro ejemplo de ello es que puedes ir por la calle sin miedo a que nadie se te tire al cuello, como, somos capaces de guardar turno en una cola a pesar de que esté tu hermano detrás del todo, y aunque aún no he investigado, pienso que, en parte, la sociedad y la civilización nos han hecho ser así y eso es bueno. Como también lo es tener autoridades y asegurar, de esta manera, que haya un orden y todo esto no sea un caos. 

Somos más sensibles, no sé si será por la, cada vez mayor, presencia femenina, como dice Pinker o porque tanta violencia desde años atrás nos acongoja, mucho más probable es que sea la primera, de todas formas he de preguntarles una cuestión que me acaba de surgir: ¿Antes no había empatía? ¿Se la zampaban? Cuanto más presente tenemos el sufrimiento mayor dolor nos causa, aunque no seamos los sufridores directos, entonces.. ¿Cómo es que podían ver a sus hijos sufrir, a sus hijas ser maltratadas por parejas que solo les hacían sufrir? Me llama mucho la atención. 

Nota: Tengan en cuenta que el fragmento es sólo una parte del artículo, por lo tanto, les aconsejaría que lo leyeran entero para lo puedan comprender del todo (que no digo que no lo hagan).

domingo, 9 de octubre de 2011

A mi yo del presente

A medida que creces el camino se va haciendo más estrecho y dificultoso, ya no cabes por todos los rincones, las personas tan maravillosas que tuviste el placer de conocer desaparecen de tu vida, o las dejas o se les acaba el suyo propio y no te queda más que aguantar, coger todas aquellas estupendas cosas que te enseñaron, dejarlas muy dentro de ti, asimilarlas y seguir creciendo, visitando caminos ajenos y dejando que otros visiten el que tú has creado aprovechando todo lo vivido.

Proponte dejar huella en las sendas del mañana de los demás, así prosperarás y crecerás. Recuerda, la carretera se volverá cada vez más angosta, tendrás que ingeniártelas para poder seguir andando. Sé inteligente, astuto, duda siempre y nunca dejes que lo que los demás piensen se apodere de ti por dos argumentos mal colocados. Critica con propiedad, reivindica y disfruta al ver cómo creces, cómo eres capaz de sobrevivir mientras vives con tus propios medios, recoge los frutos de tu trabajo.

Cuando creas que debes estar orgulloso de ti mismo no dejes que nadie destruya esa sensación tan hermosa. Arrepiéntete cuando hayas de hacerlo, con vanidad y honradez, así progresarás aún más. Nunca dejes de aprender, por favor, esto es muy importante. Admira y contempla el grandioso mundo que tienes bajo tus pies y ayuda a conservarlo con los medios de los que dispongas.

Si tienes que llorar, llora, no matarás a nadie y te hará sentir mejor cuando lo necesites. No te prives de decir: "Te quiero" si de verdad lo sientes, y lo mismo con cualquier muestra de afecto. Ríñete si has hecho algo mal y corrígelo, felicítate si lo has conseguido y sigue adelante. Reparte tu felicidad entre los que la merezcan y muéstrate fiel y dispuesto ante los que de verdad sufren y precisan de tu compasión.



Sé consciente, esta vida no está hecha para cobardes. De lo que des, recibirás, no hay más vuelta de hoja. Ten en cuenta que te harán sufrir, pero no por eso tendrás que hacérselo tú a los demás, habrá mejores maneras de solucionar los problemas, suele haberlas, de todas maneras, si no las encontraras.. invéntalas. Eso sí, si te hacen feliz no dejes de devolver el favor, eso es algo que ofreces y que nunca dejará de viajar, sonrisa tras sonrisa hasta el fin de los tiempos (si los hubiera).

Siempre habrá alguien mejor que tú, pero no por ello has de rendirte, lucha, suda y recibirás tu recompensa, algunos puede que digan que no, pero el mundo es justo, y aunque a veces se equivoque, suele saber poner a cada uno donde le corresponde, así que nunca dejes de intentarlo, siempre merece la pena.

Vale tanto malo conocido como bueno por conocer, si tienes que experimentar, hazlo, pero con un control, intenta adquirir destrezas, utilízalas y alégrate por haberlas conseguido. Acepta las críticas de los demás siempre que sean constructivas y no pretendan destruir todo aquello que tanto te ha costado crear.

Nunca olvides que los buenos consejos te pueden lastimar, confía en ellos si confías en la persona que te los dice, normalmente serán por tu bien. No todo serán enhorabuenas, pero tranquilo, sé perseverante y llegarán.

Mientras pones esto en práctica no dejes al destino lo que puedas hacer tú, la vida es para vivirla y si estás aquí, por algo será, búscalo.

jueves, 6 de octubre de 2011

Necesario es tener los pies sobre suelo

El Romanticismo como forma de vida está muy bien cuando no hemos de desempeñar ningún tipo de obligación que implique responsabilidad sobre los demás, cuando tenemos la capacidad y los recursos para  disfrutar del tiempo como nos plazca e incluso aún cuando lo damos todo por perdido dejándonos así abandonados a lo que el destino (si es que éste existe) quiera hacer con nosotros, que, por supuesto, no será para nada positivo. Sin embargo aún los hay que prefieren deambular entre la niebla y pretender así que olvidemos y dejemos nuestra existencia en manos de las horas. Si bien está claro, todos queremos un mundo rebosante de paz y amor, sin hambre, sin guerras, todos queremos ser los valientes protagonistas de la película que salvan a la pobre princesa de la angosta habitación bajo llave en la que se encuentra, queriendo tomarla en brazos y librarla de las garras del dragón que se encuentra a la salida del castillo, pero siento decirles que esos príncipes ya no existen, de hecho nunca existieron, no eran más que víctimas del delirio, de la sumisión a lo impuesto por quién quiera que fuera. Abandonados poetas dejaron sus obras en manos de la muerte en la que algún día, no muy tarde, acabarían.






Después de tanto sentimiento acumulado lógico era que viniese algo de luz, sí, la  Ilustración, y se preguntarán ahora: "¿Pero cómo que la Ilustración, si ésta estuvo antes que el Romanticismo?" Y sí, lo estaba, pero yo me refiero, o por lo menos, intento referirme a nuestra Ilustración.
Venimos de los cazadores-recolectores, que utilizaban piedras talladas con piedras, y por lo tanto somos producto de la evolución, de la tecnología, al fin y al cabo resultamos de nosotros mismos, de los antecesores a lo que la humanidad (que no civilización) fue. No podemos criticar pasados ni culpar a los humanos de los errores que podamos haber cometido, porque somos todo lo que nos rodea, nosotros lo hemos querido así. Exacto, sí, tenemos suerte, Suerte de ser y estar, mejor dicho, de poder ser y de tener donde estar. Estamos Ilustrados por la razón, o podemos estarlo, la posibilidad, en cualquiera de los casos hace que merezca la pena. 

Demasiadas palabras que decir para tan poco tiempo.