lunes, 17 de octubre de 2011

Después de la calma viene la tormenta

Fue un buen día, me contaba mientras que su mirada se perdía entre las abruptas montañas del norte desde el balcón de mi habitación. Claro que, cualquiera se lo creería después de que su hermano me contara lo que hizo días atrás, no sabía mentir, y hasta ella misma se daba cuenta.
 

Sé que dejaba pasar las horas entre desmesuradas novelas de crímenes, sangrientas y despiadadas que a cualquier persona con el sueño algo ligero se lo quitaría durante meses, qué digo meses, años. A veces, cuando el aburrimiento corría más rápido que nosotras y nos alcanzaba se dedicaba a contarme pequeños fragmentos de dichas historias, yo, alucinada al ver cuán tranquila se mostraba mientras relataba, paso a paso, sin dejar pasar ni el más mínimo detalle, la muerte de todas aquellas personas, e incluso a veces, animales.

No creo que sea una psicópata, nunca se le dio bien actuar y suele mostrarse afectiva con las personas de su entorno, tengo mis teorías.
Más de una vez creí que ella había nacido en la época en la que las quemas de gatos vivos eran totalmente lícitas, cuando, las cortes reales disfrutaban con tal escándalo, y no dejaban de aplaudir hasta que los pobres felinos quedaban totalmente carbonizados.Se fue sin mediar palabra, podría haberme sorprendido, pero ya estaba acostumbrada a ese tipo de reacciones por su parte, no me quedó más remedio que coger la chaqueta de mi habitación y disfrutar del paisaje cantábrico. No sé si fue producto de la desidia, o del no tener nada que hacer pero dejé a mi mente volar y pensé, que, tal vez, su hermano tuvo al que ver en todo esto, pues que la mejor amiga de la que acababa de dejarme sola con la palabra desapareciese no podía resultar de una coincidencia, y los escritos en su blog privado lo corroboraban.

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